SEPTIEMBRE- Raúl Gil Benito
"Lo siento. Hicimos lo que pudimos. Esta muerto". No hay un solo día que no recuerde las palabras resignadas del médico. La vida es tan frágil y secundaria, como los hilos blancos que tienen los trajes, recién salidos de la tienda. Como una barra de incienso que se va convirtiendo, lentamente, en ceniza y cae, de repente, cansada de aguantar su propio peso. Lo peor es la sensación de impotencia. El dolor provocado por no llegar a tiempo. No sé si os pasa, pero yo nunca logro evitar que los restos de ceniza manchen la madera del mueble del comedor.
OCTUBRE- Víctor González Izquierdo
En ese instante, todos supimos que jamás volveríamos a vernos. Mi novio giró sobre los talones hasta que su espalda se recortó sobre la ventana. Su madre se miraba la manicura francesa mientras su padre buscaba una inexistente mota de polvo en los zapatos charolados. Mi madre gimoteaba bajito y mi padre parecía a punto de estallar, pero yo lo impedí.
─Vámonos, aquí ya no nos une nada ─mentí.
Salí con las manos tranquilizadoras sobre el run run de mi regazo. Aquel sería el primer gesto maternal consciente que recuerdo.
NOVIEMBRE- Julián García
—No, así es el infierno.
—Pues no me gusta. Me casé contigo para ser feliz no para terminar en el infierno. ¿Estás seguro que no podemos meter un ventilador?
—Segurísimo, aquí se viene a pasarlo mal.
—Pues yo con el calor no puedo, bien lo sabes, que no sé de qué han servido estos cuarenta años juntos. ¡Al final me voy a morir de un sofoco
—Pero mi vida, ¿no te das cuenta?, si estamos en el infierno es porque ya estamos...
—Calla, calla, déjate de monsergas. Diles a estos señores que o nos dejan meter un ventilador o yo me vuelvo con tu madre.
DICIEMBRE- Claudia Munáiz
"De momento, voy a ir llenando la piscina hinchable. Tú ve preparando los bocadillos para que se cebe el niño", piensa el hombre mientras espera a que se llene el recipiente. Después mira a su hijo, una bola de diez años que se pasa el día comiendo. "Encima le ponemos piscina", murmura irritado. Sin pensarlo, coge la aguja, la clava y ve como se vacía lentamente emitiendo un silbido estridente, arrugándose como un fantasma abducido por sí mismo. "¡Ya está llena la piscina, qué bien!", exclama la mujer. "¿Dónde está el niño?", añade."Ni idea", responde el hombre mirando sonriente el trozo de plástico sobre el césped mojado.
ENERO- David Reche Espada
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